viernes, 26 de marzo de 2010


"Deberías hacerte un estudio de sangre, y creerme cuando digo que va a salir .NEGATIVO.; no tenés amor en la sangre."


Ordenando mi placard, encontré ese texto viejo escrito con bronca y angustia muy desprolijamente notable. Fue uno de los últimos mensajes que le escribí a la persona que, con su disfraz de ángel, me enamoró y me llevó al cielo... del infierno. Le entregué la vida, pensando ingenuamente que sus "te amo, forever and ever" iban a refaccionar mi cuerpo partido en mil pedazos. Hoy me leo y sinceramente me cuesta reconocer el cambio. Porque fue tan grande, crecí tanto en tan poco tiempo. Pero así madura, y entera debo admitir que aún tengo momentos de nena caprichosa e infantil, de exagerada, y dramática. Hoy puedo tener mil millones de problemas, y nunca voy a dejar de tenerlos, pero los puedo manejar, y si no, aprendo. Por ejemplo hoy aprendí a enterrar los muertos del placard, que aún se hacían los vivos.

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